Un señor maduro con una oreja verde Un día, en el expreso de Soria a Monterde, vi que subía un hombre con una oreja verde. No era ya un hombre joven sino más bien maduro, todo menos su oreja, que era de un verde puro. Cambié pronto de asiento y me puse a su lado para estudiar el caso de cerca y con cuidado. Le pregunté: —Esa oreja que tiene usted, señor, ¿cómo es de color verde si ya es usted mayor? Puede llamarme viejo —me dijo con un guiño—, esa oreja me queda de tiempos de niño. Es una oreja joven que sabe interpretar voces que los mayores no llegan a escuchar: Oigo la voz del árbol, de la piedra en el suelo, del arroyo, del pájaro, de la nube en el cielo. Y comprendo a los niños cuando hablan de esas cosas que en la oreja madura resultan misteriosas… Eso me contó el hombre con una oreja verde un día, en el expreso de Soria a Monterde. ...
El niño está hecho de cien. El niño posee cien lenguas, cien manos, cien pensamientos, cien formas de pensar, de jugar y de hablar. Cien ,siempre cien, maneras de escuchar, de sorprender y de amar, cien alegrías para cantar y entender, cien mundos para descubrir, cien mundos para inventar, cien mundos para soñar. El niño tiene cien lenguajes (y más de cien, cien, cien) pero le roban noventa y nueve. Loris Malaguzzi